EL FRUTO DEL ESPIRITU SANTO (DOCTRINA BASICA)

EL FRUTO DEL ESPÍRITU SANTO

 

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí, y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer.

JUAN 15:5

 

INTRODUCCIÓN

 

El Señor nos eligió y luego nos llamó para que conforme a Su propósito llevemos fruto (Jn. 15:16) Esto se va a lograr permaneciendo en El y por el ministerio del Espíritu Santo que mora en nosotros, ya que el fruto procede de ellos (Ef. 5:9; Fil. 1:11; Jn. 15:4).

 

Debemos procurar que este fruto permanezca en nosotros, para que vivamos. Los árboles muertos no dan frutos; asimismo, los árboles enfermos no dan buenos frutos.

 

I — CONDICIONES PARA QUE HAYA FRUTO

 

Para que una persona pueda fructificar, es necesario que tenga:

 

  1. a) TIERRA = NOSOTROS

 

En la parábola del sembrador (Le. 8:4-8), nosotros somos la buena tierra en donde cayó la semilla, creció y produjo una cosecha ciento por uno. El fruto de esta cosecha se da por oír la Palabra con un corazón recto y bueno, por retenerla y por perseverar (Le. 8:15).

 

  1. b) LA SEMILLA = LA PALABRA

 

La Palabra de Dios es la semilla que es plantada (Le. 8:11). Esta Palabra debe habitar en nosotros con abundancia, enseñándonos y exhortándonos unos a otros (Col. 3:16). Esta semilla fructifica en cada uno a treinta, sesenta o ciento por uno, dependiendo de la entrega de cada uno (Mr. 4:20).

 

  1. c) CRECIMIENTO = DESARROLLO

 

Es necesario que la semilla crezca, para que haya fruto. Debemos anhelar la leche espiritual no adulterada (1 P. 2:2). El crecimiento es dado por Dios (1 Co. 3:6) y ni el que planta ni el que riega es  algo, sino Dios que da el crecimiento (1 Co. 3:7).

 

El que ha crecido, será como dijo el salmista: “Como un árbol plantado junto a corrientes de  aguas, que da fruto en su tiempo… (Sal. 1:3)”

 

  1. d) DEPENDER DE ALGUIEN = ESPÍRITU SANTO

 

El Señor dijo que cuando viniera el Espíritu Santo, nos guiaría a toda verdad (Jn. 16:13). Sólo  los hijos de Dios son guiados por el Espíritu Santo (Ro. 8:14).

 

II — MANIFESTACIÓN DEL FRUTO (Gá. 5:22-23).

 

La Biblia se refiere al fruto, siendo un nombre colectivo y no una serie de frutos. No podemos andar  escogiendo y decidiendo sobre diferencias de calidad entre estos distintos aspectos del fruto, porque  constituyen un todo único y se deben contemplar como el resultado normal de que un creyente camine  en el Espíritu. Es como una naranja con nueve gajos, los cuales son parte de un solo fruto. •

Templanza
Mansedumbre

 

AMOR 
Fe
Paz
Bondad
Gozo
Paciencia
Benignidad

 

 

 

 

 

Estas nueve facetas nos muestran que el carácter del cristiano no es una rectitud moral o legalista, sino la posesión y manifestación de nueve gracias o virtudes.

 

  1. a) EL CARÁCTER COMO UN ESTADO INTERNO

Es la actitud que mantenemos en nuestro ser interior.

 

  1. Amor.

Es el que capacita al hijo de Dios para que ya no experimente sólo un amor filial, sino el amor ágape de Dios. Es el amor que permite cumplir con el mandato de Dios de amar al enemigo (Mt. 5:43-48; Le. 6:27-36), que transforma para ya no desear lo malo (Le. 9:54) y para que no busque lo suyo (1 Co. 13:5). El amor es el vínculo de la unidad (Col. 3:14)

  1. Gozo- amor alegre.

Consiste en hacer la voluntad y la obra del Padre (He. 10:9). Para nuestro Señor Jesucristo esto  era un deleite, considerándolo mejor que el alimento corporal (Jn. 4:32,34).

Es cumplir con alegría la misión a la que nos han enviado   Mt. 10:5-8).

 

  1. Paz – amor que reposa

El cristiano puede experimentar la paz, porque ésta fue hecha  con Dios, por medio de la sangre  de Cristo (Is. 53:5; Col. 1:20). Hemos sido justificados y tenemos paz con Dios por medio de nuestro  Señor Jesucristo (Ro. 5:1).

La paz es la que nos permite vivir en humildad y en abundancia, para soportar las pruebas (Fil.  4:12}.

 

  1. b) EL CARÁCTER EN SU EXPRESIÓN CON LOS HOMBRES

Es la actitud que mantenemos en nuestra relación con los demás.

 

  1. Paciencia – amor que espera.

Para que esta faceta se manifieste, es necesario pasar por pruebas (Ro. 5:3). La Palabra dice: Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la  prueba de nuestra fe produce paciencia (Stg. 1:2-3). El resultado es el mismo que el del labrador,  que espera con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y tardía (Stg. 5:7).

La paciencia nos permite soportamos los unos a los otros (Ef. 4:2), heredar las promesas (He.  6:12) y para correr la carrera que tenemos por delante (He. 12:1).

 

  1. Benignidad – amor que comprende.

Se refiere también a la bondad, a la honradez. Es una virtud más activa que pasiva y debemos tener presente que no nace de la debilidad, ni tampoco es una manifestación de falta de fortaleza sino todo lo contrario, es la fortaleza perfectamente controlada. Bernabé, que era un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe, fue a buscar a Saulo para ayudarlo (Hch. 11:22-26). El propio Pablo se presenta como una madre que cuida a sus hijos (1 Ts 2:7).

                                                                       

  1. Bondad – amor que comparte.

El Señor afirma que el siervo más digno de elogio es el buen siervo y fiel (Mt. 25:21,23). La recompensa recibida se debía al buen uso hecho de los talentos confiados, pero su bondad fue manifestada en su actuación. El Señor también dice que el hombre bueno del buen tesoro saca buenas cosas (Mt. 12:35). La bondad se manifestará en la forma como nos conducimos. Entonces los discípulos, dada uno conforme a lo que tema, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitan Judea (Hch. 11:29).

 

  1. b) EL CARÁCTER EN SU RELACIÓN CON DIOS

Es la actitud que mantenemos delante de Dios.

 

  1. Fe – amor que cree.

Al igual que las otras facetas el fruto debe cultivarse. Es creerle a Dios (He. 11:6). Debemos actuar en la convicción de que lo que Dios nos ha prometido, nos lo va a dar   En el tema de la fe, se profundiza sobre esta parte del fruto del Espíritu.

 

 

  1. Mansedumbre – amor que soporta.

Es ser manso y humilde (Mt. 11:29). La Biblia lo relaciona con nuestro espíritu (1 Co. 4:21; Gá. 6:1) y que es precioso delante de Dios (1 P. 3:4). Sólo Dios es capaz de discernir nuestro espíritu, para saber realmente cómo sentimos en nuestro interior, cualquiera que sea nuestra reacción externa. Debemos ser prontos para oír y tardos para hablar y airarnos (Stg. 1:19). La ira del hombre no obra la justicia de Dios (Stg. 1:20). También dice la Palabra: La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor (Pr. 15:1).

 

  1. Templanza – amor equilibrado.

Se refiere al control de sí mismo, al equilibrio que debemos tener. Cuando el cristiano no tiene dominio propio, su testimonio lo va a demostrar. El apóstol Pablo decía que todas las cosas le eran lícitas, pero no todas le convenían (1 Co. 11:21-22).

Debemos tener equilibrio en todo lo que hagamos. Un ejemplo de esto está en la forma como se templa el acero: primero se somete a altas temperaturas y luego se pasa por agua (a bajas temperaturas). Si soporta los cambios de temperatura, está templado. Lo mismo se le pide al hijo de Dios: Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en tí… Esto es la templanza.

 

   CONCLUSIONES

 

  1. Debemos permanecer en Cristo, para poder tener vida.

 

  1. Es necesario que nos dejemos guiar y moldear por el Espíritu Santo, par que llevemos una vida consagrada y agradable a Dios.

 

  1. Con nuestro testimonio y nuestro carácter, vamos a mostrar el grado de madurez que tenemos.

 

  1. El fruto del Espíritu es el amor ágape de Dios, expresado en nueve facetas.